miércoles, 28 de octubre de 2009

el unicornio de Versace

 

El temblor de tierrra que sucedió ayer noche en Tokyo se ha cobrado tres víctimas: Donatella Versace, Demi Moore, y Fumiyo Fujiyosi, mujer de un conocido magnate de la comunicación nipón.

 En Tokio están muy acostumbrados a los movimientos de tierra, y la ciudad está más que preparada para ello, pero un cúmulo de casualidades convirtieron anoche la fiesta de Versace en una matanza tan sádica como surrealista.

 Versace quería estrechar lazos con los empresarios nipones y para ello organizó una fiesta por todo lo alto en los jardines de Shynjuku, y fletó aviones enteros cargados de celebrities hollywoodienses.

 El tema escogido para la fiesta fue “El Jardín del Edén”, y por los jardines de Shynjuku pastaban 12 caballos blancos a los que se había “disfrazado” de unicornios con un cuerno dorado en sus frente. La cantante Goldfrapp amenizó el cocktail cantando a lomos de uno de estos unicornios.

 Pero como todos sabemos, los animales tienen un sexto sentido para predecir catástrofes como  terremotos y tsunamis. El temblor de tierra duró poco más de un minuto, entre las 23:26 y las 23:28. Pero dos horas antes, a las 21: 14, el unicornio sobre el que cantaba Goldfrapp perdió el control y sin parar de relinchar comenzó a trotar muy rápido por aquel lugar. Los jardines Shynjuku se habían cerrado por seguridad para la fiesta, por lo que sólo había una única salida. Los once unicornios restantes comenzaron también a galopar buscando una salida, embistiendo con su cuerno dorado a todo aquel que se ponía por delante.

Donatella Versace fue embestida por la espalda mientras hablaba con la prensa, y murió a los pocos minutos ya que la cornada le atravesó el estómago. Tal revuelo generó una avalancha humana que intentaba huir de aquella jaula llena de caballos desbocados, y Demi Moore fue encontrada muerta por aplastamiento. Así mismo, Fumiyo Fujiyosi murió al caer al suelo y ser pisoteada por varios caballos que pasaron sobre ella. Por suerte no hubo más muertes, y el resto de los 300 invitados salieron de allí casi ilesos.

El mundo de la moda está de luto, y en el departamento de Relaciones Públicas de Versace va a haber unos cuantos despidos por la ingeniosa idea de los unicornios.

Curiosa forma de encontrar la muerte.

 

sábado, 17 de octubre de 2009

Libre asociación de ideas alrededor de unas cervezas

-Seguro que todos tenéis una canción de la que os avergonzáis

-¿Cómo?

-Sí, una canción que te gusta mucho y te da vergüenza reconocer que te gusta.

 -Ahh, no sé

 -A mí me da vergüenza reconocer que me gusta esa de Lucky Lucky, esa que ponían tanto en Supermodelo 2006

-Era en Supermodelo 2007

-Eso es lo de menos

-Cuando yo tenía once años me grabé en un CD la canción de Titanic. La misma canción veinte veces para escucharla una y otra vez

-Buff, en clase de música en el colegio, las niñas de la clase le pedían al profesor que por favor tocara esa canción con la flauta. Cuando la tocaba, todas se ponían a llorar

-Yo con la flauta lo único que hacía era jugar a espadachines

-Como todos

 -A mí me hace mucha gracia cuando se pone un perroflauta en la puerta de un Mercadona a pedir dinero tocando esa flauta

-¿Y qué tiene de gracioso?

-Que esa flauta la aprendemos a tocar todos en el colegio. Es algo que sabemos hacer todos los de la Generación de la E.G.B, por lo que su actuación no es digna de merecer dinero

-Yo nunca le echo dinero a nadie excepto a los violinistas. De pequeño estudié tres años violín en el Conservatorio y lo acabé dejando. Por eso les echo dinero, porque ellos consiguieron aprender lo que yo no pude

-Yo sé decir “¿qué hora es?” en 7 idiomas. Empecé a estudiar Francés, Japonés, Finés y nosequé más y los dejé todos a los 6 meses

-Aprendiz de tó, maestro de ná. Es el resultado de una infancia llena de actividades extraescolares

-¿Otra ronda?

-Por supuesto

miércoles, 14 de octubre de 2009

martes, 13 de octubre de 2009

PONYS

Todos tenemos algún Pony. Todos. Se considera Pony a aquello que cuando éramos pequeños deseamos tener pero nunca tuvimos. Como Lisa Simpson, que siempre quiso tener un pony. De pequeños, somos capaces de desear mucho un objeto, ya que las partes más existencialistas de la vida todavía no han florecido. Pensad un poco y veréis como tenéis unos cuantos ponys, las primeras decepciones y posibles frustraciones en la infancia que posiblemente hayan evolucionado y mutado de forma, convirtiéndose esos ponys en actuales fobias, manías o prejuicios.

 Uno de mis ponys son esas zapatillas que se pusieron de moda a principios de los noventa entre los niños. En la época en que la cámara de aire en los talones era un claro símbolo de que al llegar el 2000 habríamos conseguido crear coches voladores. Pero la cámara de aire evolucionó y le colocaron una pequeña luz roja dentro que parpadeaba cada vez que se apoyaba el talón. Yo quería unas pero nunca las tuve. Y mi pony crecía y crecía cada clase de gimnasia cuando el profesor abría la puerta del gimnasio y, aún a oscuras, todos los que tenían unas de esas dichosas zapatillas entraban corriendo y se ponían a correr, lo que proporcionaba un espectáculo de luces rojas en la oscuridad, y que a esa edad puede resultar maravilloso.

 Mi pony creció y creció, mientras comía en casa y veía en el telediario como el Rey al visitar un colegio le preguntaba a un niño por sus curiosas zapatillas.

 Con el tiempo, mi pony se murió, aunque quién sabe, a lo mejor sólo se transformó en una fobia, manía o prejuicio.

 

sábado, 10 de octubre de 2009

Latas

En el descanso entre clases salí a fumar y me aparté del resto. Pero vino él a pedirme fuego, y en ese momento bendecí a mi amiga Laura por haberme enseñado a fumar a los 16 años. Supongo que se acercó a mí porque éramos de los pocos de veintitantos de nuestra clase.

 Barba perfectamente descuidada y nariz grande. No hay nada que me guste más en un hombre que una nariz aguileña. Y olía bien, sin llevar colonia. Olía bien a piel limpia. Pero cuando acercó sus manos para coger el mechero me fijé en que tenía las uñas negras, como un yonki, que me produjeron más curiosidad que asco.

 El segundo día se sentó a mi lado. Y me pasé toda la clase analizando su letra, en si era bonita o no, en si cometía faltas de ortografía o no.

 A los pocos días nos mandaron hacer un trabajo por parejas y me preguntó si quería ir después de clase a su casa a hacer el trabajo. Traducí mentalmente el “Pues claro que quiero” que estaba pensando a un modesto “Vale” que le contesté.

 De camino a su casa, pasamos por la puerta de El Corte Inglés y me preguntó si le importaba acompañarle un momento a por una cosa. Y bajamos a la planta sótano al Club del Gourmet, donde se gastó 15 euros en latas de caldo de langosta, caldo de cangrejo, caldo de puerros y caldo de tomate. Cuando pagó me di cuenta de que hoy no llevaba las uñas negras. Estaban tan limpias como siempre lo estaba el resto de su cuerpo.

 Al llegar a su casa me ofreció una cerveza, puso agua en el fuego y mientras esperaba a que hirviera cogió las latas de caldo que acababa de comprar y una a una, las fue abriendo y tirando el contenido por el fregadero.

 Lavó las latas por dentro, y de un armario sacó arena para plantas con la que las rellenó y luego espolvoreó un puñado de lentejas por encima. Como los niños que salen del colegio con un algodón mojado dentro de un yogur.

 “¿Me acompañas a la terraza?, al agua parece que le queda un rato”. Y allí me llevó, a dos metros cuadrados al aire libre llenos de plantas. Y en vez de macetas, latas de todo tipo que se notaban que habían sido  elegidas minuciosamente. Latas en todo tipo de alfabetos, de todo tipo de productos extraños.

 Y allí, mientras se pensaba el lugar de cada nueva lata, con las uñas otra vez negras llenas de tierra, me dijo:

 “Una exnovia me dijo que me gustan tanto las plantas porque soy Tauro, y los Tauros necesitan estar siempre en contacto con la naturaleza”.

 

Bien, ahora sabía que no tenía novia.