sábado, 10 de octubre de 2009

Latas

En el descanso entre clases salí a fumar y me aparté del resto. Pero vino él a pedirme fuego, y en ese momento bendecí a mi amiga Laura por haberme enseñado a fumar a los 16 años. Supongo que se acercó a mí porque éramos de los pocos de veintitantos de nuestra clase.

 Barba perfectamente descuidada y nariz grande. No hay nada que me guste más en un hombre que una nariz aguileña. Y olía bien, sin llevar colonia. Olía bien a piel limpia. Pero cuando acercó sus manos para coger el mechero me fijé en que tenía las uñas negras, como un yonki, que me produjeron más curiosidad que asco.

 El segundo día se sentó a mi lado. Y me pasé toda la clase analizando su letra, en si era bonita o no, en si cometía faltas de ortografía o no.

 A los pocos días nos mandaron hacer un trabajo por parejas y me preguntó si quería ir después de clase a su casa a hacer el trabajo. Traducí mentalmente el “Pues claro que quiero” que estaba pensando a un modesto “Vale” que le contesté.

 De camino a su casa, pasamos por la puerta de El Corte Inglés y me preguntó si le importaba acompañarle un momento a por una cosa. Y bajamos a la planta sótano al Club del Gourmet, donde se gastó 15 euros en latas de caldo de langosta, caldo de cangrejo, caldo de puerros y caldo de tomate. Cuando pagó me di cuenta de que hoy no llevaba las uñas negras. Estaban tan limpias como siempre lo estaba el resto de su cuerpo.

 Al llegar a su casa me ofreció una cerveza, puso agua en el fuego y mientras esperaba a que hirviera cogió las latas de caldo que acababa de comprar y una a una, las fue abriendo y tirando el contenido por el fregadero.

 Lavó las latas por dentro, y de un armario sacó arena para plantas con la que las rellenó y luego espolvoreó un puñado de lentejas por encima. Como los niños que salen del colegio con un algodón mojado dentro de un yogur.

 “¿Me acompañas a la terraza?, al agua parece que le queda un rato”. Y allí me llevó, a dos metros cuadrados al aire libre llenos de plantas. Y en vez de macetas, latas de todo tipo que se notaban que habían sido  elegidas minuciosamente. Latas en todo tipo de alfabetos, de todo tipo de productos extraños.

 Y allí, mientras se pensaba el lugar de cada nueva lata, con las uñas otra vez negras llenas de tierra, me dijo:

 “Una exnovia me dijo que me gustan tanto las plantas porque soy Tauro, y los Tauros necesitan estar siempre en contacto con la naturaleza”.

 

Bien, ahora sabía que no tenía novia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario